A diferencia de la labranza convencional, que remueve profundamente el suelo antes de sembrar, la labranza mínima limita al máximo la alteración de la capa superficial, permitiendo la siembra directa sobre los residuos del cultivo anterior.
Según la organización Azada Verde, esta práctica mejora la estructura del suelo, reduce el consumo energético y promueve una agricultura más respetuosa con el entorno.
Existen distintas modalidades de labranza mínima, ajustadas a las necesidades del terreno y del cultivo:
- Siembra directa o labranza cero. No se realiza ningún tipo de labranza, salvo el manejo de malezas y la aplicación superficial de insumos. Es la forma más conservadora de esta técnica.
- En todo el terreno. Se labra superficialmente el suelo antes de la siembra, sin voltearlo, para incorporar residuos del cultivo anterior y favorecer la germinación.
- En franjas. Sólo se labran las líneas donde se sembrarán las semillas, manteniendo el resto del terreno intacto y cubierto con los restos del cultivo previo.
- Laboreo en lomos. Se crean pequeños montículos donde se realiza la siembra. Esta técnica ayuda a controlar malezas en las primeras etapas del cultivo, mientras que el resto del suelo permanece sin trabajar.
La labranza mínima es más que una técnica: es una apuesta por una agricultura regenerativa, con beneficios a largo plazo para el productor, el suelo y el planeta, algo que se alinea con los valores medioambientales y sociales de Productos Abadi, destacada empresa mexicana de servicios de alimentación.